La legión latinoamericana del Wushu Shaolin

La legión latinoamericana del Wushu Shaolin

Templo Shaolin Argentina La vida de Jorge Buzzi cambió el 20 de septiembre de 1997. Sin saber un ápice de inglés y portando apenas un diccionario de frases comunes en chino, este argentino llegó al pie de la montaña Songshan, en la provincia de Henan...

LA vida de Jorge Buzzi cambió el 20 de septiembre de 1997. Sin saber un ápice de inglés y portando apenas un diccionario de frases comunes en chino, este argentino llegó al pie de la montaña Songshan, en la provincia de Henan, para intentar lo que parecía ser una misión imposible: su admisión en el Templo Shaolin. Hace 15 años, las puertas del famoso monasterio no estaban tan abiertas como hoy en día y, por ello, Buzzi tomó seriamente el desafío: debía levantarse a las 5 de la mañana y entrenar unas doce horas diarias el Wushu Shaolin (o Kung Fu Shaolin, como aún se le conoce en Occidente). En Argentina su rutina era de apenas unas 3 horas de ejercicios y solo 3 días a la semana.

"Era una locura. No teníamos duchas y nos bañábamos con un tarrito de agua fría. Si lo queríamos caliente, pues debíamos utilizar un termo. Las ventanas no tenían vidrios, estaban rotas. Dormíamos casi en el piso y comíamos lo que había. Tuve muchas ganas de irme, pero no lo hice”, recuerda este bonaerense de la ciudad de San Isidro. Al final, todo ese sacrificio tuvo una gran recompensa: Jorge Buzzi se convirtió en el primer latinoamericano en ser aceptado como discípulo del Templo Shaolin, y adoptó el nombre de Shi Yanlong.

 

Buzzi es hoy director del Centro Cultural Templo Shaolin Latinoamérica, que cuenta ya con 100 profesores y 1.100 alumnos, y el cual se ha ramificado velozmente por 14 países de la región. "Esa fue la misión que me dio mi maestro Shi Yongkan”, recuerda Buzzi, quien añade: "La verdad es que he sido un testigo privilegiado. A la vez que crecía mi Wushu, iba creciendo China. He podido ver todos los cambios en este país, los cuales han sido grandiosos”, señaló durante su participación en el IX Festival Internacional de Wushu Shaolin, realizado en octubre pasado en Zhengzhou, capital de Henan.

Uno de los que acompañó a Jorge Buzzi al Festival fue el costarricense Marco Valerio Estrada, de 26 años y quien obtuvo una medalla de plata en el estilo de daoshu (sable) y una de bronce en quan (puño). Durante su niñez, Valerio comenzó a practicar el taekwondo y el jiu-jitsu, pero al finalizar el colegio se decantó por el Wushu Shaolin "porque no solo podía usar todo el cuerpo, sino también la mente”, explica. Una apreciación que suelen compartir todos los que practican este arte marcial chino.

La difusión del Wushu no es algo que se haya circunscrito a estas últimas décadas. Antes de la fundación de la República Popular China (1949) surgieron en el país numerosas organizaciones, de las cuales la más importante fue la Sociedad de Deporte de Wushu Esencial de Shanghai, que llegó incluso a establecer filiales en países del Sudeste Asiático. Del mismo modo, todavía se recuerda la exhibición que una delegación china de Wushu ofreció durante los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Más aún, en estos últimos años se sabe que la Asociación China de Wushu ha proporcionado una asistencia valorizada en más de 2 millones de yuanes a más de 20 países de Asia, África y América Latina. Todo ello explica, en parte, la gran influencia que el Wushu mantiene hoy en el mundo.

 

Disciplina, sacrificio y tolerancia

Fernando Huanacuni Mamani es boliviano (aunque dice que, ante todo, es aimara) y tiene 46 años. Pero al igual que el argentino Buzzi, en 1999 se animó a tocar las puertas del Templo Shaolin, donde fue admitido gracias a la perseverancia mostrada durante el periodo de prueba. Por aquellos días, Huanacuni debía levantarse a las 4 de la mañana y meditar una hora, para luego salir a correr hasta las zonas más altas de la montaña Songshan. Las prácticas de Wushu se extendían hasta las 11 de la noche diariamente. Tanto el desayuno como el almuerzo y la cena consistían, simplemente, en arroz, verduras y pan típico del lugar.

"El Wushu Shaolin puede traducirse como la luz en el oscuro bosque, es decir, te despierta la vida. No solo es técnica, sino que la técnica va unida al espíritu. La filosofía del Shaolin es la que te orienta. Una técnica sin espíritu no sirve”, manifiesta Huanacuni, quien hoy enseña en la Escuela de Kung Fu Wushu Shaolin Quan de La Paz (Bolivia), la cual cumplirá pronto 25 años de fundación. Precisamente, China Hoy lo encontró un lunes por la mañana dirigiéndose al Templo Shaolin, en la ciudad de Dengfeng, con cuatro de sus jóvenes alumnos, quienes obtuvieron 4 medallas de plata y 4 de bronce en el referido IX Festival Internacional.

La situación fue algo distinta en el caso de Javier Vásquez, de 44 años y venezolano de nacimiento, pero quien radica hoy en Santa Cruz de Tenerife (España). Su relación con el Wushu comenzó cuando tenía apenas 5 años y vivía en Nueva York (EE. UU.). "El Wushu me ha dado todo lo que tengo: un corazón lleno de armonía, el poder de comunicarme con la gente solo con gestos, en fin, todo eso vale más que mil palabras”, menciona Vásquez, quien consiguió medallas de oro y bronce en la especialidad de taiji y aprovechó su viaje a China para dirigirse a Shiyan, provincia de Hubei, para asistir a la Conferencia Mundial de Taiji Salud.

Miembro hoy del Centro de Artes Marciales Chinos de Nei-Waijia de Tenerife, Vásquez pasó 12 años de su vida en una escuela filial del Templo Shaolin, que ya ha sido desactivada, pero donde aprendió a valorar la disciplina. "El entrenamiento no fue fácil, puesto que había una serie de reglas que debía seguir, pero para todo en la vida necesitas disciplina”, dice Vásquez, quien por aquel entonces, luego de levantarse a las 4 de la mañana, debía meditar observando el cielo y la transformación de la penumbra en amanecer. "Eso te invita a reflexionar, a cambiar tu personalidad”, asegura.

 

Unidos por el Wushu

La relación del cubano Roberto Vargas Lee con el Wushu es también un reflejo de la amistad entre China y Cuba. De abuelo cantonés, Vargas comenzó practicando el karate a los 12 años, pero en 1994 fue uno de los dos jóvenes atletas cubanos que llegaron al Instituto de Cultura Física de Beijing, como parte de un programa de intercambio deportivo con la parte china. Lo que más le impresionó de aquella primera visita a la capital fueron las rutinas de Wushu que la gente solía hacer en la calle a plena luz del día. "Los latinoamericanos, por el contrario, solemos hacerlas en gimnasios, pero aquella vez vi cómo los vecinos las hacían en la calle y esa costumbre decidimos llevarla a Cuba”, recuerda.

Según Vargas, el Wushu es practicado hoy en todas las ciudades de Cuba y se ha convertido ya en una de las disciplinas más populares del país. "Incluye a todas las edades y es un modo de prevenir enfermedades”, asegura, lo cual puede atestiguar el también cubano Pedro Torres Vega, de 53 años, quien antes de practicar el Wushu sufría de dolores cervicales, artrosis y de un problema en la vesícula. "Imagínese cómo me puedo sentir ahora convertido en un atleta, es como si me hubieran devuelto la vida”, afirma.

Por otra parte, Vargas Lee recuerda que la cultura cubana se nutre de muchas culturas, como la africana, la española y la china. Y nos deja una interesante reflexión de cómo un arte marcial puede ser también un eslabón entre civilizaciones. "Como descendiente de chinos, me siento muy contento de haber podido apoyar el desarrollo de la cultura china en Cuba. China abrió la cultura del Wushu para que todos tuviéramos la oportunidad de aprenderla. Hace 30 años China abrió sus puertas al mundo. Ojalá que el mundo le abra también las puertas a China”, finalizó.

Fuente: http://spanish.chinatoday.com.cn/cul/art/content/2013-03/27/content_530514.htm